sábado, 24 de octubre de 2009

Moda más allá de la moda: por qué me interesa tanto?

En una sociedad donde confundimos confort con felicidad, o al menos se nos presentan al mismo nivel, parece inútil criticar el poder dominante. Enseguida se nos tratará de antihumanos ya que criticaríamos el objetivo máximo del Ser.

Este discurso a-crítico se viene desbordando desde que los mercados colapsan por no ser lo perfectos que nos hicieron creer. Contrariamente, su lógica es tan perversa que los que pierden, lo hacen por duplicado. Quiero decir que quedan fuera por la “selección natural” que ejerce el mercado (algo así como carecer de dignidad social para ser incluido) y por eso no son dignos de participar de las maravillas del confort, por ende de la felicidad, o sea: del fin último de la humanidad que no merecen. Este despojo se lo justifica desde el individualismo más reaccionario, para el cual cada quien es culpable de su desidia. Así, lo inmaculado del sistema seguiría, sin más, siendo una maquina saquea humanidad a una masa cada vez mayor de personas.

Estos marginados, indignos de felicidad por su falta de capacidad, o auto-condenados, no solo no revisten interés para el mercado sino que merecen su máximo desprecio. Bajo este tipo de dominación solo el reclamo del derecho al consumidor se presenta como legitimo, pero en la medida que cada vez enormes masas se caen del margen perdiendo su calidad de consumidores, son despojados del único derecho válido de reivindicación: “mi plata no vale?”.

Desde esta visión, cuál sería la importancia de voltear y mirar hacia el campo de la moda quitándole la inocencia que se le atribuye, desconfiando de su desinterés e interrogándola como arma de dominación silenciosa? Es que esa dominación silenciosa por la que “naturalmente” aceptamos como legitima la presencia de jerarquías propias de ese campo (y que esto es así desde que el hombre es hombre y la mujer es mujer), esconde la funcionalidad más férrea y reaccionaria al sistema de dominación mercado-céntrica. Esa lógica jerárquica que la atraviesa se enlaza con la expulsión sistemática del mercado de grandes masas, reforzando el proceso con el desarrollo de mercados cada vez más segmentarios, pero segmentarios hacia arriba.

Además, la moda se muestra como campo de gran interés ya que la lógica económica del consumismo requiere la producción de consumidores cada vez menos calculadores. En este sentido, el discurso de la moda es el ejemplo a seguir, pues (como lo escribí en una de las primeras entradas) ha desarrollado un discurso donde el consumidor puede ser irresponsable, donde ella es permitida sino necesaria.

Con este blog lo que me interesaría es mostrar que la moda está atravesada por la ideología y que esto es lo que hace que nuestras conductas de vestido no sean caprichos o peor, cuando son un capricho sentimos el rigor de las fuerzas represivas del campo. Con todo, lo que terminaríamos viendo es que realmente existe algo que llamamos social, que compartimos, nos domina y moldea sin que por ello seamos unos títeres culturales.

Aclaración fundamental: esto no significa que esté en contra del modelo de acumulación capitalista, del mercado o sea un comunista con pretensiones revolucionarias. Solo quiero mostrar como la moda es funcional al sistema bajo su disfraz de desinterés o de externalidad. Me gustaría que desentramemos el discurso de la moda y el poder que lo atraviesa, no que desde aquí tomemos nuevamente la bastilla.

A la larga espero que estas reflexiones terminen siendo análisis de tendencias y de los fenómenos mundiales que la moda (occidentalizada) refleja. Eso significaría que algunas fallas del mercado se hubieran corregido (o que el poder totalizante cooptó estas opiniones, lo cual es mucho más triste y peligroso).
Dicho esto: hablemos de moda!!

miércoles, 21 de octubre de 2009

La moda está de moda y la especulación llegó a la moda

La oficialidad del discurso depende del poder de su productor y si está en situación de dominación del campo en que quiere influir. Un discurso merece ser valorado porque el poder de quien lo emite merece ser valorado. Parece raro pero desde esta postura, algo seria bueno o malo dependiendo del poder de quien dice que tal cosa o situación es buena o mala. O sea si Anna Wintour dice que tal colección es mediocre o simplemente fea, es efectivamente mediocre o fea pero no en si misma sino por la efectividad de su discurso. El discurso de Anna Wintour: editor in chief de Vogue, que acredita el capital simbólico correspondiente y domina de forma legítima el campo de la moda, merece ser valorado y por ende puede producir efectos en la realidad. Lo que quiero mostrar es que lo dicho por Anna (o cualquier otra persona que acredite capital simbólico y posea la legitimidad correspondiente) es efectivo y valorado en tanto está en situación de dominación del campo de la moda.

Esto pasa en todos los ámbitos, de modo que si no me gusta, me jodo. La cuestión es que si este discurso oficial no fuera tan poco critico no me molestaría tanto. Es obvio que el discurso no va a generar elementos auto destructivos. Pero cuando es tan complaciente con la situación que quiere mantener para conservar su hegemonía resulta insoportable.

Con esto me declaro en pie de guerra con el discurso obsecuente de la moda que inevitablemente lleva a la perdición y a la corrupción del campo. Para el discurso oficial parece estar todo bien, la moda parece vivir una primavera casi perpetua, donde la “moda está de moda” y todos sonreímos para la foto. Lo que yo veo es que puede ser que la situación hace unas temporadas haya sido de prosperidad y optimismo, que con ello florecían nuevos artistas y llegaba a la madurez una generación de jóvenes talentosos.

Hoy, lamentablemente, no comparto esa postura de futuro igualmente próspero y prometedor. Siento que el campo de la moda se está corrompiendo, que se está viciando, que está siendo victima de su propia falta de crítica. Esta siendo victima de la especulación de los inescrupulosos que quieren robarse este florecimiento, que quieren absorberle la prosperidad para convertir esta primavera en el más crudo invierno. La lógica de la especulación nos va a llevar a la descomposición como campo y en ese momento los especuladores se irán a otro lado y nosotros, los que realmente amamos la moda, nos vamos a preguntar: ‘qué nos pasó? qué hicimos mal?’

Moda: yo te quiero, por eso te critico. Si no mostrara mi desacuerdo sería cómplice de esta situación donde el discurso oficial al aferrarse ciegamente a su hegemonía va a terminar diciéndonos que todo es perfecto mientras estemos cayendo al vacío. El “vale criticar, el vale rechazar” lo debemos empezar a ejercer lo antes posible y firmemente. Si queremos salir del pozo que nosotros ayudamos a cavar, no lo haremos cavando más profundo.

miércoles, 14 de octubre de 2009

Obras de diseño o espejitos de colores...

El diseño se presta a confusiones. A veces, los diseñadores se pasan de diseño y pretenden convencer con obras que no tienen nada de espectacular.
Con lo cual es necesario poder distinguir las obras en las que es posible reconocer diseño de aquellas que no lo tienen pero se lo atribuyen.
Lo que creo que hay que tener en cuenta para esta distinción es que las obras de diseño, en general, satisfacen una necesidad con un plus que puede ser: la mejora en la satisfacción de esa necesidad o la satisfacción de una necesidad derivada. Entonces, una obra a la que no le encontremos utilidad alguna, por más llamativa, extravagante o pretenciosa, no puede considerarse de diseño. Pero hay que aclarar que no encontramos diseño en un cenicero que además canta la marcha peronista, más allá del efecto emotivo que despierte en un “compañero” arrojar cenizas de su tabaco en tal artefacto... Eso es una extravagancia típica de la década de los ’90, diría yo.
Lo que quiero decir es que guarda con fumarnos todo lo que nos venden. Si no estamos con ganas de ser críticos con lo que encontremos no vale la pena salir a buscar.
En indumentaria cada uno tiene sus preferencias sobre colores formas y detalles. Pero todos podemos coincidir, “entendidos” y meros consumidores, cuando un diseñador se pasa de rosca o cuando se quedó corto en su producto. Por ejemplo un sombrero cowboy con gps es medio raro... aunque en esta época donde todo tiene que tener un rastreador satelital no me llama la atención que alguien lo lleve a cabo, pero eso no lo hace digno de incluir en la categoría de innovación vanguardia diseño tecnológica (¿?)
El diseñador no es un ser inmaculado que pretende estar en un estadio superior de la especie, elevando el espíritu humano a estados trascendentales... es un artista, si, pero es un comerciante también y de esta combinación quiere sacar el máximo provecho de cada uno de los términos, a saber: el desinterés del artista y la billetera del empresario. En esa clave, a veces vender espejitos de colores resulta un negoción...
El diseñador no es un ser que viene a iluminar las conciencias ni nada de eso. Con lo cual vale criticar, vale cuestionar y vale rechazar las cosas que se nos ofrece. Los espejitos de colores ya los compramos en la conquista, ahora es momento de devolverlos.