viernes, 24 de mayo de 2013

Hacia una fenomenología de la moda

La moda produce sujetos, pero los sujetos “subjetivan” la moda. El cuerpo seriado del sistema industrial que primó durante el SXX, era prefigurado dependiendo de la capacidad económica, del nivel cultural y de los intercambios sociales de cada consumidor. Porque era un sistema altamente segmentado. En este sentido podemos ver la trampa que oculta el discurso democratizador del vestir, ya que aumentan las opciones para sostener una industria milmillonaria de capital e intereses privados. La división del mercado, dependiendo del tipo de consumidor, muestra que no existe tal democracia, o si existe es imperfecta, incompleta o subdesarrollada.

La moda como una cosa indefinida y francamente volátil, presenta opciones infinitas, en la medida que la reproductibilidad técnica empuja los límites de la producción objetiva más allá de la capacidad subjetiva de apropiación. La infinitud, por definición no es aplicable a seres limitados espacio, temporal y económicamente: el hombre moderno muere exhausto en su intento de aprehender la totalidad en fuga. Pero no es dibujado ni manipulado, el sujeto responde y la moda emerge en la medida que es apropiada por las personas.

Dependiendo del tipo de consumidor, se presenta, manejando dos lógicas diferenciales: la del hallazgo para clases de menores recursos y la del nicho para las de mayores recursos. Parece que estas lógicas funcionan homogeneizando hacia abajo y estratificando hacia arriba. La estructura piramidal se muestra inalterable y cada vez se amplia más en sus extremos: cada vez más nichos y cada vez más hallazgos. La moda hecha para quienes dictan la moda parece circular, pero el circulo se rompe cuando la necesidad de mercado sobrepasa la necesidad estatutaria. El mismo movimiento abre el juego, pero lo cierra dando nuevo cuerpo a quienes escriben la historia.

“Hacia una fenomenología de la moda”, deriva de la necesidad de interpretarla en esa clave. Es preciso en tanto no es un poder total que se impone a los sujetos. En la medida que implica una correlación entre el mundo objetivo y la vida subjetiva. La moda se realiza cuando es apropiada por los sujetos; y los sujetos construyen su yo con la incorporación, de modo parcial y fragmentario, del mundo inacabado de los objetos.

domingo, 10 de febrero de 2013

La moda y la publicidad en la sociedad de masas



La industrialización exclusivamente volcada a la imposición constante y efímera de la producción, tiene en la moda su campo paradigmático. Impone consumos estratificados, con fecha de caducidad altamente detallada y próxima, donde el consumo fuera de término equivale al del de una sustancia corrompida. La industria de la moda cuenta con un circuito de alianzas sólidas, que contribuyen a la realización de la producción y el inicio de un nuevo ciclo.

Aliada con los media, se complementan en la reproducción de la estructura de intercambios que les reserva un espacio de privilegio en las huestes hegemónicas. Como si fuera natural, los media nos imponen un modelo a seguir, dictado, justamente, por los grupos cuyos intereses se confunden con el derecho de los consumidores a un acceso “democrático” a los bienes de la industria.

La moda ofrece un cuerpo y los media, vía publicidad lo comunican. La publicidad al erigirse como un género en sí mismo, confunde venta con comunicación estética y la invitación al consumo es una leve impresión -sumamente efectiva. De esta forma, la atracción se impone sin mayores esfuerzos porque la publicidad en sí misma atrae, incluso muchas veces recordamos más la publicidad que el producto. Pero en lo momentáneo, el modo de comunicar funciona porque lo original de la publicidad envuelve el producto, lo arrastra en ese instante fugitivo de seducción. El tránsito publicidad-producto-consumo, atraviesa el pensamiento, pues como el cine evita despertarlo; como un fluir, circula del ambiente al mercado y vuelve a los cuerpos. La publicidad es un género menor del cine, ambos pretenden entretener, confundir la pantalla y la vida. La seducción publicitaria inventa una marca como si tuviera alma, de modo que la identificación subjetiva no sea más que un auto-reconocimiento.

El lenguaje publicitario, en la sociedad de masas era tan moda como la moda. La publicidad comunica moda pero más se comunica a sí misma como moda: moda del slogan, moda de la fotografía, moda de la teatralización, moda del ingenio. Y como la moda, pasa con una fuerza y velocidad que no se deja capturar, se olvida para ser sucedida por otra.

En el circuito de influencia reciproca, media-moda, reside gran parte de la complejidad y el poder de la industria de la moda: “los consumidores son distribuidos sobre el mapa geográfico de las oficinas de investigación de mercado”(Adorno y Horkheimer, Dialéctica de la ilustración, pp. 87). En la alianza media-moda, la oferta y publicidad, programan el mercado y restringen más la libertad del consumidor. Con consumos altamente diferenciados, la moda-media en la sociedad administrada distribuye las aspiraciones en segmentos claramente definidos; el sujeto, a partir de su propia carrera como consumidor sin esfuerzos puede reconocer su ubicación propia entre los gustos y las existencias disponibles. “Para todos hay algo previsto, a fin de que ninguno pueda escapar; las diferencias son acuñadas y propagadas artificialmente.”(Ibid.)

Producción y publicidad generan la tendencia. Lo trendy es más preciso y poderoso que a la moda. Lo “de moda” puede variar dentro de límite temporal relativamente amplio, tiene un ciclo de vida temporalmente más extenso. Lo trendy es lo que viene antes de venir, lo que vuela antes de ser captado. Lo trendy es estar un paso más allá en la distribución de los bienes que conforman la trama al interior del campo. Es tener dominada las situaciones que aún no se presentan. Ser trendy supone un nivel de invasión tal de las imágenes y estímulos, que podemos sentir lo que el poder total de la moda quiere que sintamos antes de que lo diga. Ser trendy es saber leer, anticipar, las jugadas. Ser el trendy dentro de la moda es lo valorado, más valorado que ser “fashion”. El trendy conoce el texto pero también lo interpreta a futuro. El “fashion” sólo está bien informado, sabe cómo hacer para vivir dentro de lo establecido sin ir más allá. Está al corriente de la novedad, El trendy conoce el diario de mañana. Es no poder escapar del circuito. La tendencia es el futuro, el hijo del poder total que ha nacido prematuro.

Predecir una situación futura, de acuerdo a las observaciones presentes y datos disponibles, es parte de las intenciones que fundamentan la racionalidad (mítica) del positivismo científico ¿Pero es ciencia saber qué debo llevar para estar en armonía con el mundo, cuando se me lo está imponiendo a través del poder de la publicidad? ¿Es ciencia saber qué debo llevar cuando los medios no dejan margen al sujeto, que no sabe más que vestir a la moda e intenta solamente agradar? Tal es el nivel en que la publicidad opera, que ya no se destina a consumidores, sino a fieles.

miércoles, 6 de febrero de 2013

La moda como industria cultural y el diseñador como director creativo

En la era de la industria cultural el papel que juega el diseñador al interior del sistema de la moda, hasta ese momento, se transforma. El cambio estaría más bien vinculado con una redefinición de su función creativa, es decir en tanto productor y figura que monopoliza la verdad de la moda. El rol decisorio, en cuanto a los parámetros, o los márgenes en los que transita la moda, pasan de estar concentrados en la figura del diseñador, a un conjunto de personas que forman el directorio de la organización o corporación.

La moda, en tanto industria, incluso como el estado mismo, delega funciones ejecutivas a un cuerpo de especialistas o conjunto de administradores que cuentan con el conocimiento necesario para el desarrollo de su función, pero trabajan como equipo. En ese repartirse el poder del diseñador en un grupo ejecutivo, su figura total se vuelve un engranaje más en la máquina industrial. El diseñador pierde algo que le había costado siglos conquistar: personalidad. Ya no importa el quién sino el cómo. Importa que logre acoplarse en un conjunto que inventa, desde las oficinas, la voluntad de los consumidores. El diseñador pasa a ser una figura que puede circular de compañía en compañía, porque la personalidad creativa no importa como el respeto de la firma.

A partir de la subsunción de la moda a la lógica de la industria cultural, el monopolio del estilo por parte del creador, se redistribuye al interior de las jerarquías que pudiera tener cualquier corporación. Entonces una polifonía de voces empiezan a sonar, pero no son más que una: la del capital industrial. El diseñador de moda debe aprender un lenguaje de alta gerencia. Debe saber presupuestar, debe saber de escalas y prototipos de negocio, reconocer los rasgos típicos del público al que destina su creación. La planificación detallada modifica el esquema previo de Creación-Venta que lograron desarrollar los coutouriers de segunda mitad del SXIX y comienzo del SXX. La empresa piensa primero en la ganancia, primero está la venta, la planificación que garantiza de éxito (aunque no existen las verdades últimas, y siempre queda un margen de indeterminación, lo único inevitable del modelo) y se produce en base a esa proyección. El diseñador pasa a ser director artístico, y debe planificar con las proyecciones del director de finanzas, del de marketing, del de ventas, del de operaciones y procesos, y finalmente, todos, responder al CEO. La libertad creadora del diseñador se subordina a la realización de la ganancia de la empresa capitalista y la industria cultural que ya no debe ocultar al mundo lo que es: un negocio.

Alexander Wang: Balenciaga

Ricardo Tisci: Givenchy

Chtistophe Lemaire: Hermès

Frida Gianini: Fendi

Clara Waight Keller: Chloé

Raf Simons: Dior

Stefano Pilati: Ermenegildo Zegna

Sarah Burton: Alexander McQueen

Felipe Oliveira Baptista: Lacoste

Hedi Slimane: YSL

domingo, 14 de octubre de 2012

Baisers Volés, el pequeño estilo francés

Segunda parte de la historia de "Antoine Doinel"...

Una de las más hermosas películas de Trufaut, cuya estética refleja, o inventa, un estilo sutil, encantador y elegante... simplemente: París!

La sensibilidad, la melancolía y la levedad atraviesan los paisajes y personajes... y los vestidos adornan ese mundo o reflejan ese espíritu...

Esos colores pop, pero los cortes rectos, conservadores, discretos de una burguesía cuidadosa y detallista.

Todo vestido guarda un secreto y se alimenta del espíritu de cada personaje... Mme. Tabard elegante, fatal, altiva y discreta...

La ingenuidad e inteligencia de Christine Darbon, joven burguesa "criteriosa".

Y la vida turbulenta de Atoine que ya conocíamos sus penas desde los 400 golpes... Pero lejos de volverse un marginal, posee un espíritu amable y encantador; sueña y fracasa, más fracasa que sueña, pero tiene la magia que atrae y sensibiliza al espectador...



















domingo, 9 de septiembre de 2012

viernes, 3 de agosto de 2012

La moda y la piel

El vestido ES la piel. No hay un "yo" más allá de las formas que adquiere en vida... el vestido no es una sucursal exterior e intercambiable de ese "yo" que anda dando vueltas por el éter, o la atemporalidad, o el mundo de las ideas, o la mundaneidad, o la mar en coche. El "yo" es investidura de lo cotidiano, asfalto y barro.

El "yo" no existe por fuera de todo eso que hacemos en su producción, de las formas que adquiere y que cambian. Pero si cambian no es pq exista con el dios de Descartes, sino pq es movimiento, es cambio, es unidad en fuga, y todo cierre es parcial... El "yo" es curioso, hablador y ambiguo, según Heidegger, por eso, inquieto, viste a la moda...


La "intercambiabilidad de pieles"(que identifican los que no han entendido el fenómeno del vestir) tiene que ver con la fragmentación de las identidades, con la explosión de la vida en multiples esferas, con la ramificación constante de la experiencia cotidiana. Si se han caído las grandes polaridades; si los H podemos hacernos M y viceversa; si nace la T para definir la identidad de géneoro; si podemos ir y volver entre las identidades mutantes o el nómadismo hipermoderno... porqué la moda debería seguir operando con lógicas binarias u homogéneas?

Ah... y me encanta Anna Sui




lunes, 4 de junio de 2012

Jean Patou, el otro Chanel

Desde la emergencia de la firma de autor con Worth, en la historia de la moda se plantean ciertas "revoluciones" la primera con Paul Poiret y la eliminación del corsé. La segunda se inicia en los años que siguen a la primer guerra, fuertemente en la década del '20, con la explosión de Chanel y la introducción del concepto de "funcionalidad" en el cuerpo femenino. En esta segunda ola revolucionaria participó también Jean Patou, aunque en el discurso histórico su imagen haya sido eclipsada por la de Cocó y no sea conocido por el gran público. Si se lo ha recordado, fue por su "rivalidad" con Chanel.

Patou, arranca al cuerpo femenino la ostentación como forma de lujo. La ostentación y la rigidez fueron enajenados al concepto de lujo, por la discreción (aunque Jean causó más de un revuelo) y la simpleza. Con la multiplicación de la imagen femenina de la primer posguerra (Patou) traduce "libertad" como comodidad. Su estilo es liviano, funcional, sexy, libre, natural...

Uno de sus mayores logros fue inventar el estilo deportivo. El chic deportivo. Trajes de baño y sky. Su hito dentro del mundo del deporte fue vestir a Suzanne Lenglen, campeona de tenis. El equipo que concibió constaba de una falda plisada y con un cárdigan sin mangas. Toda una osadía en los años '20. "Mis modelos están concebidos para la práctica del deporte. Procuro que sean agradables de mirar como de llevar y que permitan una gran libertad de movimiento." (Meredith Etherington-Smith, Patou, París, Denoël, 1984)