En una sociedad donde confundimos confort con felicidad, o al menos se nos presentan al mismo nivel, parece inútil criticar el poder dominante. Enseguida se nos tratará de antihumanos ya que criticaríamos el objetivo máximo del Ser.
Este discurso a-crítico se viene desbordando desde que los mercados colapsan por no ser lo perfectos que nos hicieron creer. Contrariamente, su lógica es tan perversa que los que pierden, lo hacen por duplicado. Quiero decir que quedan fuera por la “selección natural” que ejerce el mercado (algo así como carecer de dignidad social para ser incluido) y por eso no son dignos de participar de las maravillas del confort, por ende de la felicidad, o sea: del fin último de la humanidad que no merecen. Este despojo se lo justifica desde el individualismo más reaccionario, para el cual cada quien es culpable de su desidia. Así, lo inmaculado del sistema seguiría, sin más, siendo una maquina saquea humanidad a una masa cada vez mayor de personas.
Estos marginados, indignos de felicidad por su falta de capacidad, o auto-condenados, no solo no revisten interés para el mercado sino que merecen su máximo desprecio. Bajo este tipo de dominación solo el reclamo del derecho al consumidor se presenta como legitimo, pero en la medida que cada vez enormes masas se caen del margen perdiendo su calidad de consumidores, son despojados del único derecho válido de reivindicación: “mi plata no vale?”.
Desde esta visión, cuál sería la importancia de voltear y mirar hacia el campo de la moda quitándole la inocencia que se le atribuye, desconfiando de su desinterés e interrogándola como arma de dominación silenciosa? Es que esa dominación silenciosa por la que “naturalmente” aceptamos como legitima la presencia de jerarquías propias de ese campo (y que esto es así desde que el hombre es hombre y la mujer es mujer), esconde la funcionalidad más férrea y reaccionaria al sistema de dominación mercado-céntrica. Esa lógica jerárquica que la atraviesa se enlaza con la expulsión sistemática del mercado de grandes masas, reforzando el proceso con el desarrollo de mercados cada vez más segmentarios, pero segmentarios hacia arriba.
Además, la moda se muestra como campo de gran interés ya que la lógica económica del consumismo requiere la producción de consumidores cada vez menos calculadores. En este sentido, el discurso de la moda es el ejemplo a seguir, pues (como lo escribí en una de las primeras entradas) ha desarrollado un discurso donde el consumidor puede ser irresponsable, donde ella es permitida sino necesaria.
Con este blog lo que me interesaría es mostrar que la moda está atravesada por la ideología y que esto es lo que hace que nuestras conductas de vestido no sean caprichos o peor, cuando son un capricho sentimos el rigor de las fuerzas represivas del campo. Con todo, lo que terminaríamos viendo es que realmente existe algo que llamamos social, que compartimos, nos domina y moldea sin que por ello seamos unos títeres culturales.
Aclaración fundamental: esto no significa que esté en contra del modelo de acumulación capitalista, del mercado o sea un comunista con pretensiones revolucionarias. Solo quiero mostrar como la moda es funcional al sistema bajo su disfraz de desinterés o de externalidad. Me gustaría que desentramemos el discurso de la moda y el poder que lo atraviesa, no que desde aquí tomemos nuevamente la bastilla.
A la larga espero que estas reflexiones terminen siendo análisis de tendencias y de los fenómenos mundiales que la moda (occidentalizada) refleja. Eso significaría que algunas fallas del mercado se hubieran corregido (o que el poder totalizante cooptó estas opiniones, lo cual es mucho más triste y peligroso).
Dicho esto: hablemos de moda!!
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