jueves, 23 de febrero de 2012

La Argentina, la moda y la colonia

Hace tiempo trabajo sobre la hipótesis de la conformación de la identidad del vestir en Argentina. Acá dejo algunos resultados de la investigación.




La identidad del vestir en argentina se funda en clave colonial. Con la invasión europea, que al conquistar nuevos territorios y fundar nuevos mercados para el desarrollo del capital, imponía sus manufacturas y placeres indumentarios. Al mismo tiempo que la división internacional del trabajo, nos daba la posición de proveedores de materias primas. En la industria textil, fundamentalmente cueros y pieles,.


Folk, urbano, sofisticado, romántico, naif, étnico, clásico, glam, retro, gipsy, bohéme... son algunas de las variantes que existen dentro de las propuestas de estos últimos tiempos, como términos que evidencian la fragmentación, la multiplicación, la proliferación incesante de combinaciones e hibridadciones que dejan su huella material en el cuerpo, en forma de vestido. Unos y otros se van superponiendo, sin contradecirse, porque somos seres atomizados, que dependiendo del momento asumimos o iluminamos ciertos atributos, a los que corresponden determinados cuerpo-vestido. A su vez, algunos se agotan por su superexplotación pero al requerir la continuación del término se agrega el prefijo “new” o “neo“, ej: new romantic” o “neo folk”.
La moda argentina ha transitado por el vacío de no saber quien fue. Al momento de trazar una genealogía de la moda en nuestro país, vemos las raíces coloniales y el intento de aniquilación de las formas originales que de un modo u otro, resistieron. La moda argentina encuentra su ritmo cuando se abre el juego. Cuando la dicotomía “a la moda-demodé” deja de ser hegemónica. Cuando se reconoce la multiactividad y se posibilita la materialización de lo voluble de las identidades, como falta de rigidez en el vestido. La moda argentina se crea su espacio en el juego de la moda múltiple. Las múltiples hibridaciones que el nomadismo híper-moderno habilita nos permitieron encontrar nuestro lugar en la esfera de la moda.
Una nación para el desierto, un cuerpo para los sujetos. La conformación, o producción del cuerpo-vestido en argentina se relaciona con la negación de la cultura india, que a diferencia de países como Perú logró diferenciarse de la occidental aunque también se ha mezclado en procesos de mestizaje de distinto grado (1). La historia de la moda en argentina hasta los últimos años, es la historia de la imposición de un cuerpo-vestido cuyo norte se encuentra en Europa (2). El destino de la moda en nuestra tierra ha sido la copia del destino de las formas impuestas por la colonia. Nunca se supo más que caracterizar las formas originales como exotismos, distanciarnos y perdernos de esa propiedad. Dejar de lado la tierra por un destino del que no sabemos nada. La moda de la copia, la moda del trasplante es la historia de la moda en nuestros países occidentalizados a la fuerza. Una moda ecológicamente ajena.
A pesar de contar, actualmente, con numerosos artistas del diseño, Argentina ha sido un país pasivo en la recepción de moda. La propagación de las tendencias coloniales y la inscripción de placeres en forma de vestido, son la copia de un modelo prefabricado en las capitales del imperio. Especialmente París. La influencia de Christian Dior, Mme. Lanvin, Balenciaga y Chanel, en la primera mitad del siglo XX, en la oligarquía agroexportadora hizo suponer que la elegancia parisina era constitutiva del espíritu de la moda de nuestro país. En pleno auge del new look de Dior y con la importancia que ese estilo tuvo al definir la elegancia de las clases altas, aparece el primer gran productor de moda argentino: Paco Jamandreu. Productor en el sentido de crear sus piezas; reproductor en la medida que seguía los patrones de la “elegancia” europea. Entre otras mujeres que supo vestir se encuentra Evita. Pero una vez que se convirtió en la mujer más importante de la nación, pasó a vestirse con los grades modistos parisinos, fundamentalmente con Dior (3). “Yo vestí a Eva Perón al comienzo de mi carrera y al comienzo de la carrera política de ella. Después, durante algunos años no la vi. Comenzó a vestirse en París. […] Yo le tuve un enorme cariño y pienso que para mi formación como persona fue muy importante haberla conocido y vestido, aunque no lo haya hecho durante toda su carrera política. Más tarde ella comenzó a vestirse con modistos franceses, con Dior principalmente. Es cierto que muchas veces tuve que arreglarle trajes hechos por estos couturiers franceses” (4).
Las clases económicamente poderosas tenían acceso directo al verdadero estilo Francés; las clases medias accedían a esos modelos a través de las revistas. Una vez apropiado el estilo, las modistas de barrio se dedicaban a reproducirlo. Durante este tiempo la moda era apropiación de un modelo impuesto. Nunca la reinterpretación, hacia una moda híbrida o el intento de generar una experiencia original. La experiencia de la moda es la de la dependencia, cultural y corporal. Porque la moda fundamentalmente es la producción de un cuerpo. Es la interpretación de la múltiple información circulante, en forma de vestido produciendo al cuerpo.





La originalidad de la propuesta argentina

Desde la creación de la carrera de diseño de indumentaria en nuestro país, la moda argentina se ha convertido en un laboratorio de tendencia para Latinoamérica y el mundo. Junto a Colombia y fundamentalmente Brasil, Argentina ha dotado al continente de una identidad en el concierto de la moda mundial. Argentina se ha gestado una identidad como productora de moda, a fuerza de absorber el complejo de información que se imponía desde Europa. Argentina ha hecho de sus raíces coloniales la búsqueda de lo propio en relación a lo impuesto.
La originalidad de la propuesta argentina, a diferencia del modo de producción de moda europea, es la cultura de autor. En Europa las firmas que asociamos a un artista independiente, en realidad son grandes empresas sumamente diversificadas (por productos y líneas) donde el diseñador intenta conservar su autonomía, al interior de gigantescos grupos altamente jerarquizados y controlados. Por ejemplo el hombre más rico de Francia: Bernard Arnault, es uno de los dueños de la moda. Posee entre otras compañías: Dior, Louis Vuitton, Bvlgari, Hermes, Loewe, Fendi, Marc Jacobs, Kenzo, Céline, Givenchy y Donna Karan. Cada una de esas marcas posee un director artístico que asume un rol creativo del proceso productivo. Lo cierto es que cada colección es pensada con cinco años de anticipación, y la influencia del creador está cada vez más disuelta en la cadena de decisiones de alta gerencia. A su vez, el diseñador es uno de esos “altos gerentes”.
Por otro lado existen gigantescas empresas que no producen moda, sino que la reproducen, por ejemplo el grupo Zara o H&M. Estas compañías cuentan con un aparato industrial de tal magnitud que pueden esperar a que las empresas productoras lancen sus colecciones para luego con un grupo de “trendsetters” seleccionar los it (productos estrella de cada colección) y al cabo de pocas semanas dotar sus almacenes con sus “copias” a precios súper accesibles. Amancio Ortega, el dueño de Zara es el hombre más rico de España. Estas compañías han introducido una nueva lógica al mercado de la moda, ya que no ser copiado por Zara, por ejemplo, es indicativo de que no se está haciendo el trabajo adecuado. Las firmas de autor, que responden a los grandes grupos, requieren ser copiados para mantener su prestigio. El cuerpo-vestido al que acceden las clases altas es el de la exclusividad, que depende de la copia para preservar su prestigio. La firma del autor, de exclusiva, como Dior o Hermes termina significando la legitimidad de ese cuerpo. Las clases medias, son la copia fiel de lo que no son. Zara y H&M, les presentan al gran público, el cuerpo exclusivo de las clases altas, que por ausencia de firma pierde la exclusividad.
En nuestro país, la figura del diseñador independiente, en su atelier, que vive de su obra, ha dotado de identidad a la moda. Diseñadores como Benito Fernández, Pablo Ramírez y Martín Churba, asumieron el papel de creadores de esa identidad. Al no encontrar un pasado o una herencia productora, absorbieron la moda europea. Chanel, Dior, YSL, Jean Paul Gaultier. Se encargaron de devorarla, antropófagos como el movimiento tropicalista en Brasil. Incorporaron toda esa información, esa creatividad, para dotar de sentido el conjunto de existencias que la moda argentina tenía para enunciar. El cuerpo-vestido, en la posmodernidad, perdía su rigidez y el diseño argentino fue un emergente de ese proceso.
Así como no saltamos tan violentamente de una esfera a otra, de esas que se multiplican cada vez más en lo cotidiano, como reflejo de la proliferación de medios que se tornan medios para otros fines, los adjetivos para identificar los diferentes contenidos de la moda, se vuelven difusos. Aún más, sucede que las gradaciones dentro de cada estilo son muy variables. O sea, como la vida muchas veces no levanta fronteras infranqueables para cada nuevo ámbito de socialización, que expande los límites de lo social para volver a saltarlos, los limites que separan los contenidos de ese cuerpo-vestido vacilan, cuando no se enlazan, también con matices que los mantienen autónomos e identificables. La moda se nos presenta como una vorágine precipitada de imágenes, de sonidos, de texturas, de gestos, de utopías, de fantasías, de programas políticos, de tecnología. Con esta apertura es que en nuestro país se desarrolló una idea de lo que puede ser la moda, más allá de la pura reproducción, y tal vez como resistencia o alternativa.
La moda argentina es se presentó como el espacio de la cultura de autor, diseñadores artistas, obras caminando por la calle, desafiando el congelamiento de la obra en el museo. La vida cotidiana como espacio para habitar la obra de arte; las calles, el espacio de reproducción; la ciudad como la gran pasarela urbana. El otro, el espectador, ya no consumidor de una mercancía, sino jugador, participante que compromete el cuerpo en una experiencia completa. El espectador y el artista, la comunión del nosotros. En esa comunión ambos buscando una experiencia genuina, propia. El artista ofrece una obra para habitar. Para que la vida, que siempre supone un excedente, potencie los significados en el cuerpo del performer, en la obra del creador y el ojo que completa.
La moda como fenómeno estético nos empuja a vivir el mundo de la obra y el artista. La moda es performance, es un happening cotidiano, entrar en un estado de involucramiento con la obra y la situación en su tiempo particular. La obra de arte nos “da a ver un mundo que no es el mundo real, sino el mundo profundo y original de la obra y del artista” (5). El arte, lejos de aclarar los misterios del mundo los acrecienta. La moda es el fenómeno estético, la obra contemporánea que invita directamente a la participación, a “una experiencia estética erótica, de los cinco sentidos, rebelde, pues nace de oponerse a los fríos patrones que han confeccionado y regido nuestra experiencia estética desde siglos” (6). Es el fenómeno cuya plasticidad permite evidenciar el carácter objetivante de la condición moderna. Pero es su misma plasticidad la que nos permite arrancarla al consumo como destrucción, como gasto improductivo, abstrayendo su carácter industrial, mercantil, puramente material, para ponernos en situación de espectador. El espectador, como jugador que involucra todos sus sentidos, que se torna parte fundamental del fenómeno estético, tomando placer con las formas y colores, con las texturas y formas. “La obra de arte, es, en efecto, el objeto expresivo por excelencia; y esta expresión se libra sobre todo a la sensibilidad” (7). La obra de arte cobrando sentido en el espectador, y el espectador participante. Una obra cuyo sentido se experimenta con la complicidad del cuerpo.





1 Arguedas, J M “Formación de la cultura nacional indoamericana” Siglo XXI editores, México, 1975
2 Recién en 1989 se crea la carrera de Diseño de indumentaria en Argentina.
3 Christian Dior dijo en un reportaje “la única verdadera reina que vestí fue Eva Perón”
4 Fragmento de "La cabeza contra el suelo. Memorias" de Paco Jamandreau, sacado de: http://analisisdigital.com.ar/noticias.php?ed=762&di=1&no=62599

5 Rodríguez Rial, N. Curso de estética fenomenológica. II Elogio del placer estético. Pp. 60.
6 Ibíd. Pp. 75
7 Ibíd. Pp. 78