viernes, 27 de noviembre de 2009

Fashion emergency: medicalización del cuerpo impuesto.

En la entrada anterior había propuesto que el vestido ya no es esa segunda piel que recubre al cuerpo, sino que pretende ser el cuerpo y lo es con todo éxito. Este cuerpo, es un cuerpo impuesto y del que no podemos escapar, aunque lo podemos elegir e incluso cambiar (que no implica simplemente cambiar de ropa, sino de estilo, que a su vez remite a cambios más profundos y subjetivos).

Ahora quisiera profundizar dentro de esta propuesta pero desde otro lado. Una vez que esa segunda piel se convirtió en el cuerpo que solía cubrir, es necesario organizarlo, educarlo, normalizarlo... Algo que nos enseñó Foucault sobre que el cuerpo (entre tantas cosas...), es que más allá del sustrato anatómico, es una construcción social. Ese constructo responde a las necesidades de la sociedad en la que emerge. Toda sociedad desarrolla su dispositivo de construcción de los cuerpos, que se presenta en forma de discurso y se estructura como un saber.

Hoy vivimos tiempos donde salud es igual a moral. Un cuerpo saludable es un cuerpo en un estado moralmente aceptable. Ante un enfermo la respuesta es “no te cuidaste”. Vivimos una época de medicalización de la vida. Este proceso implica que cada vez más ámbitos de ella pasan a manos de expertos. El saber experto subsume ámbitos que antes no le correspondía.

En estas coordenadas se instalan el “fashion emergency” (f.e), las “extreme makeover” (e.m) y demás programas equivalentes. Cuando el vestido finalmente se convirtió en cuerpo, fue necesario disciplinarlo. Tenemos un cuerpo impuesto que debe ser normalizado. La lógica del f.e y de las e.m, es la de subsumir al vestido-cuerpo bajo el saber de los expertos. La finalidad no es sólo corregir las desviaciones sino tratar al vestido-cuerpo como se trata a un cuerpo enfermo que hay que curar.

Estos procesos se organizan en la misma forma en que se organiza el saber médico. Al presentarse el paciente, se analiza el caso, se hace un diagnostico, se somete al desviado a un tratamiento específico y finalizado el tratamiento se brindan las “recomendaciones” para evitar la recaída. En cuanto a los tratamientos “vestido-médicos” aún dependen fuertemente del equipo de expertos que realicen el diagnostico. Todavía no existe una sistematización precisa y profunda sobre “patologías” y tratamientos, quizás porque el saber experto aún está en manos muy diversas. Desde editores, diseñadores, productores, investigadores e incluso muchos simples consumidores que se arrogan ese saber determinado.

La emergencia del vestido-cuerpo y su medicalización se distinguen como procesos independientes y cronológicamente ordenados, simplemente en el plano analítico. En la realidad aparecen inseparables e intrincados. Cuando emerge el vestido-cuerpo se subsume a un saber experto que lo normaliza, pero este saber experto sólo puede nacer cuando el vestido se hace cuerpo, nunca puede ser anterior.

Así vemos que efectivamente el vestido se ha hecho cuerpo. Y como todo cuerpo debe ser cuidado, disciplinado, regulado y normalizado, ese cuerpo debe ser medicalizado.

domingo, 15 de noviembre de 2009

El cuerpo secuestrado, el cuerpo prisionero: vestido usurpador, vestido calabozo

No sé cómo ni cuando ocurrió, no sé si fue un golpe planeado o un movimiento espontáneo. Lo cierto es que el vestido ya no viste al cuerpo. La prenda tomó por asalto al cuerpo, lo tomó por prisionero, lo ha secuestrado. El vestido ahora se siente cuerpo, es el protagonista, es el cuerpo. La ropa, no sé cómo ni porqué, ha sustituido al cuerpo. La ropa es la forma por la que nos hacemos cuerpo en el objeto. Como dicta la teoría crítica, sentimos nuestros objetos como una extensión del ‘yo’. Pero en este caso la relación es mucho más íntima, porque el objeto dejó de ser una sucursal exterior del cuerpo para ser el cuerpo mismo.

La prenda ya no adorna el cuerpo, pretende serlo y lo es con todo éxito. El vestido es el cuerpo, pero no cualquier cuerpo: es el cuerpo que se puede mostrar. Con la prenda mostramos el cuerpo que queremos mostrar y el que podemos elegir. Sería ese cuerpo en que conviven el individuo y la sociedad. Más allá todavía: es el cuerpo que nos hace felices. La ropa es nuestro cuerpo, que más nos gusta ver. Está usurpación llegó a tal punto que la desnudez la vivimos como el despojo. La desnudez es la ausencia de cuerpo, desnudos nos falta algo, sentimos un vacío que solo la prenda puede llenar.
El vestido es cuerpo, el vestido es identidad, el vestido es status, el vestido es diferencia, la marca es pertenecer. La desnudez es la vergüenza, es el despojo, es la ausencia de cuerpo: de cuerpo social, ese cuerpo que nos hace parte de algo mayor. La ropa no solo es el cuerpo individual, la marca hace del vestido el cuerpo colectivo y el vestido lleva la marca “sociedad”.

El secuestro del cuerpo llegó a un estado simbiótico. No hay cuerpo sin vestido, y el vestido tiene la energía y la fuerza de dar vida, incluso al maniquí. Pero el cuerpo desnudo es la soledad, lo que sucede en el aislamiento y a veces en el más frío de los retiros.

Pero hay algo más detrás de este cuerpo impuesto que un cuerpo secuestrado: hay un cuerpo prisionero. Su cárcel la elegimos en las tiendas, la elegimos bien bonita, la elegimos bien de onda, incluso decimos que ese calabozo es el que mejor nos representa. Basta con repetir algo que dice Marcuse en el hombre unidimensional, que la posibilidad de elegir nuestros amos, no suprime la existencia de amos y esclavos. En este caso sería algo así como la libre elección de prisiones no elimina la existencia de prisiones y prisioneros. Una imagen que puede ayudar a ver como efectivamente hay un cuerpo prisionero, es la del cuerpo desnudo representando la libertad. Cuántas veces la libertad es representada con la figura humana al natural atravesando verdes campos y paisajes?

Llegamos al mundo desnudos y nos despedimos de el vestidos, no es ésa toda una señal? Ni en el descanso eterno nos ‘liberamos’ de ese cuerpo impuesto, de ese ‘otro’ cuerpo.

sábado, 7 de noviembre de 2009

La venganza de los nerds! La moda, el modelo geniecillo y la revolución google.

Era hora que los genios fueran reivindicados. No resulta sorprendente ver que en estos tiempos, muchos de los modelos del fashion show en boga tomen elementos cuyos portadores, anteriormente, eran dignos de golpizas por parte de la “cool people”. Gigantescos anteojos, tiradores, camisas abrochadas hasta el cuello, peinados al costado...

Yo recuerdo haber pasado una infancia algo tormentosa en términos de “status” al contar con una larga fila de estos elementos: anteojos, aparatos, zapatos ortopédicos y sobre todo excelentes calificaciones. Todo eso era motivo de rencor entre los pares. Hoy algo cambió y resulta que es “in” llevar un perfil de joven nerd.

A las claras podría ser visto como el fracaso de una generación “populosa”, que de tan vivos que fueron no lograron más que reproducir un mundo miserable que los tiene como burros de carga. Los “cool” despreocupados por el conocimiento, el estudio, la ciencia, el arte, no lograron cambiar el mundo o mejor dicho: mantenerse jóvenes y bellos toda la vida. Cuando llegó la facha de vencimiento de sus físicos y su belleza y cuando vino otra generación de “cool people” demostraron ser una generación solo utilizable para la carga y descarga. Si bien estas funciones son necesarias, no se comparan con la conducción política, científica, económica y estética de nuestra sociedad.

Los geniales que iban por la vida solo “zafando” han caído. Los que solo se preocupaban por el reviente hoy deben pagar la cuenta de la fiesta y por eso tienen que resignar su vida entera. La vida ha demostrado que a la larga ese geniecillo, que no hacia más que brindar herramientas al “cool” para que solucione los conflictos del mundo, sería el protagonista del fin del SXX y del SXXI. Quizás suene rencoroso pero no... Solo quiero ser claro.

El gobierno de la inteligencia ha entrado en la cúpula dirigente de la moda. La moda absorbe lo que pasa en el mundo y, evidentemente, los nerds han tomado la batuta de la humanidad, o al menos han entrado en la escena como creadores de realidad. Aunque siempre han creado realidad, hoy por hoy se trata de otro tipo de realidad: una que nos atraviesa desde que nos levantamos hasta que nos acostamos, una de la cual depende nuestro destino. Debemos estar conectados, debemos estar al instante informados y ellos son los grandes culpables de crearnos esa necesidad y brindarnos los medios para satisfacerla.

El modelo genio viene haciendo estragos desde Bill Gates. Desde que la inteligencia demostró ser atributo acompañante del éxito, o desde que los genios parecen resolver problemas de comunicación e información (los dos epicentros de la sociedad cibernética), los elementos estéticos estereotípicos que su imagen arroja son reivindicados como modelo “in”. Mientras eran personajes alejados de la realidad o cuyos resultados no parecían tan visibles o televisables, eran destinatarios de burlas y otros rituales de carácter prehistórico. Hoy los genios han hecho Google, Facebook, Youtube, Myspace y ganan millones con el póquer. Y quien no quisiera ser uno de ellos?

Larry Page y Sergey Brin, creo que son los fundamentales culpables de esta revolución nerd. Ellos crearon el dios profano de la era de la información: google. No creo que sea necesario decir de que se trata esta deidad cibernética. Desde allí se demostró que ser un genio es sinónimo de éxito, fama y fortuna: todo lo que las personas quieren. Como no muchos lo pueden tener, ya que si así fuera no serían tan valorados, es importante ser reconocido como tal por rasgos exteriores. Cuando “una imagen vale más que mil palabras” y el éxito es en buena medida nerd, parece lógico que esta imagen domine. La historia ha hecho justicia y la moda les da la mano, se está concretando la venganza de los nerds!

Continuará....